domingo, 28 de febrero de 2010

TEMBLANDO

Temblando. Sacudiéndome sin poder evitarlo, presa del espasmo, de la angustia turbulenta que me empuja por debajo de mi piel... En penumbra, una luz insoportablemente hermosa a cada lado de mí... ¿qué camino deberé tomar? La incertidumbre me mata. Porque sé, que escoja la dirección que escoja, será la equivocada. Alguien saldrá dañado. El error ya está cometido.
Y tiemblo de dolor. ¿Por qué tengo que hacer sufrir a alguien con cada paso que doy?

sábado, 27 de febrero de 2010

OTRA NOCHE SIN DORMIR (contigo)




Feliz percepción de la vida, Álvaro ;)
me alegra que me leas a mí.

ESCUPIR LA VIDA

Sus pasos eran inseguros a medida que se acercaba a la puerta entreabierta del baño. Miró hacia el suelo de baldosas, hacia sus pies delgados, sus pantorrillas temblorosas. Lentamente, se arrodilló frente al retrete y sintió el frío blanco del suelo. Todavía notaba el peso de la última comida en el estómago. Le habían obligado a acabar el plato aunque ella ya no quería más. Se sentía terriblemente culpable por haber resistido tan poco y comido tanto. Sus manos finas se tensaron y clavó las uñas en su muslo. Odiaba vomitar. Siempre lo había odiado. Odiaba esa sensación en la garganta, que le hacía creer que podía ahogarse. Aquellos sofocos cuando no conseguía respirar entre las arcadas.
Sintió que se ponía pálida sólo de pensarlo, y sus piernas se tensaron inconscientemente para levantarse. Pero entonces acudieron de golpe la cara de el chico, sus palabras, el pantalón ajustado, la aguja de la báscula. Y ella hundió el rostro entre las manos, y se dejó llevar un momento por el pánico. No quería hacerlo. No quería moverse de allí. Odiaba las náuseas, y se sentía despreciable por estar tan sucumbida por la opinión de los demás. ¿Hacía todo eso por esa razón?
Sin darse tiempo a pensar, se inclinó sobre el retrete, alzó la tapa rápidamente y metio los dedos en su boca cerrando los ojos con fuerza. Los retuvo unos instantes contra el paladar, y entonces los impulsó hacia su garganta, y sintió una arcada que sacudía su pecho. ¿O era un sollozo? Volvió a empujar la mano, y sacó los dedos mojados de saliva , al tiempo que el vómito inundó su boca y cayó por el pozo blanco del retrete. Como todas las veces, ella sintió que se ahogaba, y se aferró con ambos brazos a la taza del báter jadeando. Las lágrimas ardían bajo sus párpados. Volvió a sacudirla una nueva arcada, y escupió un chorro de vida. En ese momento abrió los ojos, y el líquido y su color amarillo, le parecieron su dignidad, su alegría, su fuerza, que las estaba sacando de sí misma a costa de meter los dedos. Sólo duró un segundo. Pero ya no se sintió capaz de segui devolviendo. ¿Y al día siguiente? ¿Lo haría de nuevo? ¿Continuaría con esto hasta llegar a los 49 kilos? ¿Y entonces? ¿Sería capaz de parar o seguiría escupiendo vida?
Se enderezó frente al retrete, y todavía se quedó allí minutos enteros. El sabor amargo del vómito envolvía su paladar. El sabor de la derrota.

viernes, 26 de febrero de 2010

Me gustaría estamparte la cara contra el cristal, y romperlo, y que caigas a la acera, y que estalles tu cabeza contra el asfalto, y que lo último que oigas antes de la inconsciencia sea mi carcajada distorsionada.

Sangra.

TE HE ECHADO DE MENOS

Te he echado de menos y me gusta esa sensación. Todavía no te quiero... pero hay algo... que me cautiva. Que me hace pensar en ti constantemente. Que hace que me sienta parte de tu cuerpo aún sin haberte tocado. Y aún no sé qué es. Pero hoy no has venido y te he echado de menos. Porque tal vez haya encontrado en ti la luz en un pozo, o la superficie entre la tormenta. Y me gusta comprobar que puedo extrañarte tanto como lo extrañé a él. Y todavía no me has echo sufrir, aún eres un sueño, un capullo que dejaré que se abra entre mis manos.
No es que te vea a menudo... todavía queda mucho pendiente. Demasiado tal vez. Pero me encanta sentir esas ansias por estar a tu lado, ese paso de los días huecos e inertes si no hablo contigo, tal y como lo sentía cuando no estaba él.
Me asustaba no volver a pensar lo mismo de una persona después de haber pensado sólo en el pasado. Pero hoy, por primera vez, desde la oscuridad, he sentido ganas de ver la luz de nuevo. Tal vez me deslumbre, tal vez me ciegue. Pero tengo ganas de intentarlo.
Todavía no te quiero... pero hoy te he echado de menos.

TAL VEZ NUNCA LLEGUE A DECIRTE TE QUIERO (¿historias de color morado?)

Me duele pensar que tal vez nunca llegue a decirte te quiero.
Imaginar que nunca llegaré a atreverme a dejar caer esas dos palabras en tu piel, como un susurro, como un garabato, o como un beso.
Recordar que cuando pude habértelo dicho... no lo hice.
Y saber, que cuando lo haga, tal vez ya no sea cierto.

Porque todavía extiendo mis manos hacia ti, tanteando la penumbra... pero no sé si podré resistir mucho más la soledad.

Nunca pensé que fuera demasiado tarde. Pero te estoy perdiendo y me duele.

miércoles, 24 de febrero de 2010

NO ME DEJES (¿historias de color morado?)

- Seré la sombra de tu sombra, nunca volverás a verme cuando no quieras hacerlo, te prometo que no lloraré más para no ponerte triste. Guardaré mi dolor dentro de mí. Siempre te seguiré en la distancia, sin cruzamer en tu camino, para que andes lo que quieras, como quieras... y con quien quieras. Te seguiré, sin que tú lo sepas, a cualquier parte que vayas, para ayudarte en lo que necesites, para dártelo absolutamente todo si alguna vez vuelves a querer algo de mí. Para tenderte una mano cada vez que tropieces con una piedra en el camino, para hacerte creer de nuevo que vale la pena levantarse. Aunque no sepas que soy yo la que está a tu lado, aunque nunca me agradezcas que me acerque despacio, seguiré escuchándote, ayudándote a volar otra vez. Porque te quiero, y nunca es demasiado tarde para querer a alguien. Seré la sombra... de tu sombra. Pero por favor... por favor... no me dejes.

No te vayas. Por favor.

- Lo siento. Ya no quiero nada de ti... - alzas la vista y me fulminas con los ojos.

No.

- Por favor, por favor, no volverás a verme, iré siempre detrás, por favor... no hace falta que te marches.

No me dejes ahora, no te metas en esa maldita furgoneta, no enciendas el motor, no dejes que el crepúsculo se funda con tu silueta escapándose por el horizonte.

- Marta, Marta... no llores- lentamente, te acercas a mí y extiendes la mano hacia mi mejilla. Acaricias mi piel, mezclas tus dedos entre mis lágrimas.

- Todavía... ¿todavía me quieres? - sollozo. Sé que es absurdo preguntarlo en estos momentos. Pero necesito saberlo.

- Lo siento, Marta... lo siento. - tu mirada es triste de verdad... ¿por qué lo sientes? Ya no puedo pensar en nada. Nada. Pierdo el equilibrio, y caigo sobre tu cuerpo, sobre la mano que acaricia por última vez mi rostro. Tú me sujetas unos segundos, interminables y fugaces segundos.

No. No me sueltes. No te vayas.

Lentamente, deshaces tu abrazo y yo sollozo desgarradamente, desde dentro de mí, desde mis entrañas, como un rugido de dolor.

- Todavía me quieres. - ya no es una pregunta.

Y tú te giras por última vez hacia mí, y apretando los labios temblorosos, dices que no con la cabeza.

¡NOOO!

- Por favor... -ya no soy yo la que habla... es un hilo de voz que se pierde entre el ruido metálico de la puerta de tu furgoneta azul cerrándose.

Siento que el suelo pierde solidez bajo mis pies. Todo se tambalea ahora...

... todo mi mundo...

Por favor...

... se...

... por favor...

... tambalea.

... no me dejes.

TAKE ANOTHER LITTLE PIECE OF MY HEART

martes, 23 de febrero de 2010

LA INMENSIDAD


- A veces imagino que la noche está ahí, al alcance de mi mano... y que yo agito mi puño lleno de harina, y salpico el cielo con eso, llenándolo de estrellas... ¿te imaginas que las estrellas olieran a azúcar, o a sal... o a queso? La luna debe saber a queso de cartón.

Él se giró hacia ella, y sus rostros quedaron mirándose fijamente, sus cuerpos tendidos todo a lo largo del campo.

- Lo que a mí me maravilla - suspiró él- es que nada podría abarcar el universo. Nada puede recoger lo infinito. Es incluso impensable. Por eso es tan abrumador. Los humanos estamos acostumbrados a darle un sentido material a muchas cosas, pero esto... esto no podemos recogerlo en números, ni en tiempo, ni en... nada. Como los sentimientos. El cosmos son astros de colores, olores, sonidos, oscuridad, luz, luz infinita. A veces pienso que cada persona tiene su lugar en él. Porque es el todo.

lunes, 22 de febrero de 2010

A QUÉ SABEN LAS ESTRELLAS


-Y, dime... ¿a qué saben las estrellas?

Y él se giró hacia ella y la miró a los ojos.

-Mis estrellas saben a ti.


domingo, 21 de febrero de 2010

HÁBLAME DE LAS ESTRELLAS


-Y esa luz de allí- indicó él, señalando con el dedo hacia un punto lejano- es Venus. Es la que más brilla.

¿CICATRIZAN ALGÚN DÍA LAS HERIDAS?

Cada día que pasa es una nueva cicatriz en mi piel. Tengo miedo de que puedan volver a abrirse. La nostalgia juega con ellas, tanteando las yagas.


Pero lo que temo es que una herida mal cerrada sangre de nuevo. No sé por qué un sueño, o un reencuentro fugaz tienen el poder de herirnos tanto. Años sellando una marca, una noche para hacer temblar sus pliegues.


Por favor, no sangres de nuevo. Pensé que estaba curada de ti. Ha pasado tanto tiempo.





Pero, ¿es posible sellar la vida misma?

¿POR QUÉ AHORA?

¿Por qué ahora, que lo tenía todo tan claro, apareces tú de nuevo? Si sólo fuiste un abrir y cerrar de ojos en mi vida, ¿por qué me siento tan vacía de pronto ahora que pienso otra vez que contigo podría ser posible? ¿Se cierran alguna vez las heridas? Cada día que pasa es una nueva marca en nuestra piel, pero, ¿ha cicatrizado la tuya realmente? No quiero que sangre de nuevo, no es justo que pase esto ahora. De pronto me siento perdida de nuevo, sola.
Parece que el destino nos ha burlado juntándonos sin darnos cuenta una segunda vez. Nunca me habría acercado otra vez a ti si supiera quién eras.

¿Por qué ahora?

Todavía no consigo creerlo.


¿Y por qué sigues siendo tan maravilloso? No quiero acercarme demasiado, tengo miedo a llegar a quererte como antes. ¿He dejado algún día de hacerlo?



jueves, 18 de febrero de 2010

LA CHICA DEL VESTIDO ROJO: PRÓLOGO

PRÓLOGO

Él ya sabía lo que iba a suceder. Cuando María curvó el cuello hacia arriba y alzó la barbilla. Cuando sus labios se entreabrieron, y percibió la sombra de dos hoyuelos que comenzaban a asomar a sus mejillas. Cuando de un momento a otro el rubor asomó en sus pómulos bronceados. Cuando la alegría se encendió en sus ojos como una chispa y sus pupilas bailaron a lo largo de la habitación. En un segundo, su rostro había cambiado por completo, se había transformado de pronto en el vivo eco de su felicidad.
Él ya sabía lo que iba a suceder, y aún antes de escucharla una cálida sensación se le anudó a la garganta como si él también quisiese hacerlo. Pero no podía más que contemplarla, observar vivamente su entusiasmo, compartirlo en silencio pero sin mostrarse alegre ante ella.
De pronto, su boca se abrió desmesuradamente dejando al descubierto sus grandes y blancos dientes... y la risa comenzó a asomarse a través de sus labios como un gorgoteo. A medida que se sucedían los instantes, su carcajada se volvió más fuerte, salpicándolo a él con su sonido contagioso, haciéndole más doloroso el nudo en la garganta.

A LA BASURA

El día de ayer me gustaría arrugarlo como un papel y tirarlo a la basura. Creo que vale la pena vivir el dolor, el desengaño, la decepción, sufrir por amor, soportar la soledad. Pero creo que la mierda no merece ser vivida.

miércoles, 17 de febrero de 2010






























domingo, 14 de febrero de 2010

LOS QUE CAMINAN LA NOCHE

¿Es una canción un conjunto de notas? ¿Un programa de ordenador repleto de sonidos? ¿Unos monótonos dedos subiendo y bajando por el mástil de una guitarra?
Para mí la música va más allá de eso. Todo lo que consigue transmitirme un sentimiento, todo lo que me lleva a recordar momentos que me gustaría vivir de nuevo (y eso me pasa demasiado a menudo), todo lo que se pega a mi piel e incluso la atraviesa como si la adrenalina fueran agujas ardientes que me obligan a moverme al ritmo de una melodía. Cuando las notas van más allá de esquemas en un pentagrama, cuando toman vida por sí mismas y se dibujan en el aire, cuando te da la impresión de que si alargas el brazo podrías alcanzarlas como las esterllas.
¿Es un concierto un grupo de músicos tocando por dinero? ¿Una masa de gente agitando los brazos con rostros impenetrables? ¿O simplemente con la alegría artificial del alcohol?
Un directo va más allá de lo físico, más allá de que toquen delante de ti. Un concierto es crear de nuevo tu música, compartir con todos tus canciones, y explorar tus propias melodías, cambiando en el último momento un si bemol por un do sostenido, porque en ese momento el cuerpo te lo pide así, porque tus dedos se han movido solos y tú tampoco has querido detenerlos. Un concierto es contagiar al público tu placer, las sensaciones de la música que lo embarga todo con volumen atronador, como una marea que inunda la sala, el estadio o el local vacío, es hacer que la gente se olvide por un momento de todo, aunque sólo sea una fracción de segundo, y se sientan parte de una historia, de unas manos que se mueven a lo largo de un mástil, que todo lo que tengan en su interior sea música, que agiten las manos, unidos todos por la luz de un escenario y reflejos escarlatas que bailan s su alrededor.

Tuve la suerte de sentirme parte de la música en muchas ocasiones, es como si algunas canciones formaran ya parte de mí, como si se hubieran amoldado perfectamente en el interior de mi cuerpo... la melodía que siempre guardaré será Don´t cry, de los Guns ´N Roses. Sensaciones que nunca olvidaré, en Porto, cuando los Stones comenzaron a tocar Satisfaccion y yo me levanté de las gradas y vi a Mick por primera vez de cerca... o cuando en San Sebastián abrieron las puertas del estadio después de doce horas de cola, y todos comenzamos a correr. Por todo el césped había maderas y bolsas, y yo me cuidaba más de esquivarlos que de darme prisa. Entonces vi que la gente a mi alrededor me adelantaba, y como si se hubiera encendido algo en mí, comencé a correr con todas mis fuerzas. Solté todas las bolsas que llevaba y dejé de mirar al suelo, tan sólo al frente y a la barandilla delante del escenario. Cuando me quise dar cuanta, estaba chocando contra ella. A dos metros de los Stones.
Y tan especiales como todos estos grandes grupos son los que todavía no han comenzado a volar del todo, los que todavía no han alcanzado las estrellas, pero que caminan en la noche y la crean ellos mismos. Crean su propia oscuridad, su propio sendero, su propia luz de la luna.
¿Es su música menos importante por ello?
Para responder esta pregunta habrá que hacerse algunas más... ¿acaso su música no transmite un sentimiento? ¿Acaso sus conciertos no consiguen encender algo en ti?
Una canción no es mejor o peor depende de quién la toque, sino de cómo la toque. Una canción ES.

Y hay grupos que, habiendo empezado desde su noche, han creado un camino tan importante que en mi opinión personal lo comparo con la calidad de los Stones, Led Zeppelin o todos los grandes.
Ellos se llaman Skydancer.
Después de caminar la noche, bailarán el cielo.

sábado, 13 de febrero de 2010

CUANDO ACABE LA MÚSICA

Se dejó caer sobre la silla, se amoldó a su forma como si quisiese no volver a levantare nunca más. Era mejor no volver a verlo. No quería despedirse. No quería estar allí cuando él saliese por la puerta, atravesase el patio en inestantes demasiado rápidos y se perdiese por las calles grises, volviendo la vista atrás y rozándola a ella con sus ojos para depositarlos finalmente sobre otra persona. No merecía la pena. Ella lo había dado todo y no había conseguido nada. Y ahora su marcha era inevitable, era el final al que en el fondo ella sabía que estaba destinado.


Entonces, de pronto unas notas inseguras comenzaron a mezclarse con las palabras del pianista, que había comenzado a tocar. Primero poco a poco, luego entrelazándose los sonidos con las risas, formando una marea de sonidos conmovedores. Ella agachó los ojos y dejó que la música la invadiera lentamente... lentamente, cada vez más... hasta sentirse parte del pentagrama, de las fugaces teclas blancas, de todo lo que ocurría en esos momentos. Y el rostro de él comenzó a invadirla también, mezclándose con la música, tomando color en cada parte de su cuerpo.

Las dudas se agitaban con la misma rapidez que las notas de la canción. Todavía no ha acabado. El pianista todavía no ha dejado de tocar.


En un instante, ella se levanta. Sólo duda una fracción de segundo y entonces echa a correr. Irrumpe el sonido de sus pasos en la melodía, que va quedando atrás pero que sigue sonando en su mente. Abre la puerta verde, corre, corre, todavía no es tarde, las escaleras se deslizan como el humo bajo sus pies, llega al fin... y él no está. Ya se ha ido.


En un rincón de sí misma, una canción sigue sonando.

No ha podido verlo, pero no le duele tanto cómo ella hubiese temido. La música no ha acabado aún.

viernes, 12 de febrero de 2010

DESPERTAR

Despertar sin ti... como todas las mañanas. De nuevo una sensación intensa en la garganta, como un nudo que atenaza mi voz y me llena la cabeza de tu esencia nada más abrir los ojos. ¿Algún día no serás lo primero en lo que piense al despertar? Debería haber una palabra para decir cómo me siento cuando descubro que de nuevo no fuiste más que un sueño... tus palabras, tu abrazo, fruto de mi imaginación otra vez. Me encantaría poder refugiarme de la realidad para siempre. Debería haber una palabra para decir que te tengo y cuando llega, la mañana me arrastra lejos de ti.
Después de la angustia, la tristeza comienza a entumecer el dolor... la amargura se convierte poco a poco en tan sólo una sombra de melancolía...
...fácil de disimular ante el espejo con algo de maquillaje y una sonrisa falsa de carmín antes de salir a la calle y enfrentar un "estás bien?", un "¿has llorado?", una sensación de pérdida... un nuevo día sin ti.

ARRANCAR LO QUE ME QUEDA DE TI

Arrojarme al vacío, sentir el aire gélido cortar mi piel, y el estallido rojo y azul contra la piedra. Los huesos quebrándose, despedazándose con un dolor entumecido. Hundirme en el río, dejarme arrastrar por la corriente y ahogarme desgarradoramente, el agua atravesando mi garganta y quemando mi piel mientras sofoca un último aliento. Escarbar en la tierra húmeda y dura, romperme las uñas y los dedos en el intento, y seguir hundiendo mis manos inertes en su marrón impenetrable, el frío mojado y seco envolviendo mi piel como agujas entre el polvo. Despedazar el suelo con mis dedos y mi cuerpo agonizante. Gritar, estallar un alarido salvaje en mi garganta, romper mi voz y lanzarla contra la noche, al viento como un aullido. Hacerme pedazos en mi interior, sentir mis venas estallar una a una e inundar con mi propia sangre mi cuerpo, atenazando mi corazón y ahogando sus latidos con su propio líquido incontrolable.
O simplemente ARRANCARTE de dentro de mí. Desgarrar lo que te une a mi cuerpo.

AMARILLO ENFERMO

Levantó febrilmente los ojos hacia la luz enfermiza que se filtraba por las cortinas pálidas de la habitación. Le costaba enfocar bien por todo lo que había llorado y los rayos del sol le dañaron la vista. Exhaló un último suspiro, el eco de un sollozo que ya no intentó reprimir, un sonido demasiado débil que se quedó guardado entre aquellas cuatro paredes. El día parecía amarillo sucio a través de la ventana empañada. Un rayo de sol apareció suavemente atravesando el cristal. Hizo refulgir un destello en sus ojos verdes, y los cerró con fuerza. Sentía su dolor en los párpados, en las pestañas empapadas, en las cuencas vacías ya de lágrimas con las que desahogar su amargura.

Amarilla la luz se filtró por última vez.



Ella se llevó las manos al pecho, echa un ovillo. Todo era por última vez. Los últimos restos de lágrimas grises por sus mejillas y su cuello, el último escalofrío de calor cuando el sol acarició su espalda desnuda.

Entre el entumecimiento que comenzaba a adormecerla, distinguió el canto matinal de un pájaro. Le pareció el sonido más maravilloso del mundo. Aquellos últimos minutos, el zumbido del teléfono desconectado y los crujidos de las cortinas eran las últimas melodías que la aferraban al mundo real, tirando de ella hacia la habitación amarilla y la luz, mientras que en su interior las sombras la arrastraban hacia su inmensidad vacía. El trino del gorrión se sumó a los últimos sonidos. Ella nunca se había detenido a sentir el canto de un pájaro. Pero descubrió que era hermoso. Todo era hermoso en esos momentos, mientras todo lo abandonaba y todo se desvanecía. Todo, por última vez, lo vio como lo que era.



PD: Entrada número cien

miércoles, 10 de febrero de 2010

CUATRO PAREDES Y UN AROMA

Me quedan cuatro paredes, un jardín marchito ya, un amanecer cada mañana, un garabato en un trozo de papel para recordar que estuviste aquí. Una sensación que sube por mi garganta cada vez que pienso en algún momento, un aroma fugaz que inexplicablemente me lleva de nuevo hacia ti, alguna palabra enredada en un muro, es todo lo que me dejas para saber que no fuiste un sueño. Para creer que exististe realmente. Para inventarte de nuevo. Una parte de mí misma que todavía se estremece cuando pronuncian tu nombre, alguna carta olvidada en un rincón, una huella en el cemento que después secó y guardó hasta hoy tu ausencia. La horma vacía de tu zapato.
A veces me pregunto si abandonando todo esto conseguiría olvidarte, si algún día despertara sin pensar en ti, creyéndote realmente parte de un sueño. Sin ningún objeto para guardar tu esencia.
Sé que sería imposible. Más importante que nada es que te quiero. Esa es la prueba más verdadera, la que más siento. La huella más firme, imborrable, fue la que dejaste en mi corazón. Qué importa esa carta, un amanecer. Tú estás en mí. Aunque no lo sepas.
Y cada día, te imagino entre estas cuatro paredes, te creo a mi lado, pienso que aquella carta iba dirijida a mí, hundo lentamente mi pie en la marca que dejaste entre el cemento. Me encanta comprobar todas las noches que tu zapato era exactamente igual que el mío. Que encajo perfectamente en la marca de tu pie.



AHORA QUE PIENSAS QUE TODAVÍA

Ahora que piensas que todavía no sé vivir,
déjame reírme de la vida.

Ahora que piensas que todavía no he encontrado obstáculos,
déjame reírme de ellos.

Ahora que piensas que todavía no he estado sola,
déjame reírme de la soledad.

No guardan maldad alguna mis burlas,
tan sólo una fingida ignorancia,
un falso desafío al tiempo.

No veas la crueldad en el sonido de mi risa
cuando me parezca absurdo el sentido de vivir
y la línea entre el humor y el miedo se halla quebrado.

No pienses que realmente mi ingenuidad es verdadera,
y a cambio te prometo
comprender y no guardar rencor
a los que como yo,
se mofarán de mi persona y mis problemas
cuando llegue el momento y el tiempo haya tomado venganza.

Pero ahora mismo sigo estancada en los minutos,
intentando no comprender todavía,
así no me abras los ojos
y déjame reírme un poco más.


Me recuerda un poco a la traducción ya sin rima que sale de algunas canciones... en fin, tal vez yo también necesitaría una libretita para apuntar al momento mis versos. Con sólo el esqueleto de una idea, me es muy difícil crearla de nuevo y el resultado es frustrante. Estaba bastante mejor (si ya no era una maravilla de por sí, era bastante diferente) en mi mente... como casi todo lo que hago.

domingo, 7 de febrero de 2010

HABLAR CONTIGO

Con la frente apoyada contra el cristal de la ventana, he dejado de sentir el frío en mi piel. Lo único que escucho es tu voz. Lo único que querría hacer en estos momentos sería hablar contigo.
De cualquier nimiedad, de cualquier tontería, tan sólo hablar y que me hables, y ver que me escuchas y esperar tu respuesta. Hablar, hablar, hablar, como tomar una flor entre las palabras e ir deshojándola cálidamente, hablar sobre algo, sobre nada, decirlo todo sobre esa cosa hasta dejarla desnuda, sin pétalos, pero arropada entre las frases y las ideas interrumpidas, las palabras inacabadas, todo lo que dices, lo que yo guardo y lo que hablamos hasta que el tiempo se agota y yo me tengo que ir de nuevo. Incluso entonces, sigo hablándote en silencio, imaginándote y creando tus ideas interrumpidas y tus palabras inacabadas y diciéndote, con la mirada, que te quiero.


¿Por qué es tan diferente todo ahora? ¿Y por qué lo que tendría que cambiar no lo ha hecho? ¿Por qué ahora estás mudo... para mí?


A través de la ventana se derrama el gris de la tarde. Pensar en ti es lo único que no me hace daño en estos momentos, y he dejado de sentir el frío en mi piel.

Siempre seguiré hablándote, aunque tú ya no respondas, sé que puedes escucharme.

ENSEÑARTE A VOLAR DE NUEVO

Te recogeré como la arena en el hueco de mis manos, cada vez que caigas, cada vez que no seas capaz de levantarte de nuevo, y yo te tenderé el brazo y soplaré sobre ti, esparciéndote por el viento, para que vueles otra vez. Y siempre estaré bajo tu camino para amortiguar tus golpes si alguna vez necesitas que te enseñe a volar de nuevo. Me tienes para siempre, has dejado olvidado un granito de arena en un recoveco de mi piel.

sábado, 6 de febrero de 2010

NOSTALGIA

Extiendes tus brazos, rodeando todo mi cuerpo.
Acercas hacia mí tus manos y las posas ardientes en mi cuello, deslizándolas hasta mi corazón. Lo sientes latir. Es una sensación muy cálida.
Entonces tus dedos comienzan a hundirse en mi piel, rápido, sin darme tiempo a cubrirme y protegerme, tus manos desgarran mi carne y grito, un alarido de dolor profundo, y tú me escuchas y paraces excitarte con mi sufrimiento y me rompes con ahínco, con anhelo, abriéndote paso entre las venas que estallan y mis músculos calientes hasta llegar al corazón. Tus dedos rodean los latidos y se ciernen sobre ellos aprisionándolos hasta ahogarlos. Ahora todo está salpicado de sangre, y tú lo tiñes todo, estás en todo. Sacas lentamente mi corazón de su hueco, arrancándome con un suspiro lo que me queda de vida, y lo guardas en algún sitio que yo no alcanzo a ver.
Entonces hundes tú la mano en tu pecho, con placer, y extraes de tus entrañas otro corazón latiente, cálido y violento, demasiado grande. Sin darme tiempo de nuevo a reaccionar, ahondas de un mordisco el agujero de mi pecho. Ni siquiera yo me doy cuenta de que estoy gritando hasta que me tapas la boca con tus labios ardientes. Y con un rápido movimiento, metes tu corazón en mi pecho, donde antes estaba el mío. Es demasiado potente, algo para lo que no estoy preparada. Me duele a cada latido.

Alargas un poco más tu beso, que lentamente se hace más suave y débil, y con una caricia que casi no logro percibir entre el delirio, cierras la herida sangrante de mi pecho. Estoy al borde del vacío y puedo sentirlo. Se me nubla la vista.
Tiernamente, limpias con tus propias manos la sangre de mi piel, y besas por última vez mi cicatriz.


Ya no sangra. Ya no existe es herida. Nunca ha existido. Pero la cicatriz quedará para siempre, y tus latidos seguirán lastimándome eternamente, dentro de mí.
Te echo de menos. Te has dejado olvidado tu corazón en un recoveco de mi cuerpo, y te has llevado el mío.

Nostalgia.

DOLOR

Dolor. Dolor que me nubla la vista, dolor que lo tiñe todo de un color turbio.


Dolor por lo que ha ocurrido y por lo que pudo haber pasado, dolor entumecedor.


Dolor por no poder arrancarme desde dentro tus recuerdos. Hundir la mano en el pecho, entre la sangre, y romper esos momentos, desgarrarlos del corazón. Hacerlos añicos con los dedos rojos, matar con el silencio y con los dientes las hebras de carne inquebrantables que te atan a mi cuerpo.


No melancolía, no tristeza ni añoranza. Dolor. Dolor profundo, nostalgia pura y turbadora. Dolor por querer vivir de nuevo esos instantes, por querer haber vivido otros de distinta manera, por no poder matar algunos.


Dolor por ti y por un eco que has dejado entre todas las palabras, un eco sin color ni voz, sin tu olor y sin un quizás. Ahora eres tan solo un sentimiento que persigue y se ahoga a través de mis pupilas envenenando todo lo que veo, a través de mis labios silenciando todo lo que digo, a través de mi corazón hundiendo todo lo que quiero: d o l o r.





Nada más es lo que siento en estos momentos, tu amor escondido en un rincón casi olvidado de mí misma.


Dolor por haberte perdido y por haberte tenido algún día y no haberme dado cuenta...

viernes, 5 de febrero de 2010

Y ELLA ERA

Y ella era el tiempo,
y era los días y los minutos,
y era el otoño cuando las hojas doradas crujían mudas bajo
nuestros pies.
Y ella era las horas,
y era los olores y la voz,
y era la sombra de mi sombra cuando atravesaba los ecos de
la primavera.
Y ella era las noches de verano,
y era los amaneceres cálidos y azules,
y era los paseos sobre el reflejo de nuestras manos plateadas
sobre la hoguera.

Y ella es el invierno,
y es las maletas frente a la entrada,
y es la niebla en la ventanilla,
y es la mano que se agita despidiéndome, perdiéndose
en el frío.

jueves, 4 de febrero de 2010

INOLVIDABLE

4 de febrero del 2009.
Una niña crea un blog con la ayuda de su padre, al que llama No demasiado tarde porque piensa que nunca hay un final, que hay cosas que no tienen por qué cambiar y que un "lo siento" o un "te quiero" no están presos en el tiempo.

Nunca se habría imaginado que este blog recogería todos sus sentimientos, le ayudaría a encontrarse a sí misma (si es que alguna vez llegamos a conocernos realmente) ni a encontrarle a él. Encontrarle en las palabras y en la música, y dejar trocitos suyos desparramados, en mayor o menor medida, por toda la poesía. Todavía no te he escrito a ti. Pero llegará algún día, y entonces podrás comprenderme al fin.

92 entradas, 104 en borradores. Nunca pensé que esto funcionaría de esta manera. Que llegaría a convertirse en algo tan importante. En una parte de mí misma. Estas páginas, estas canciones y estos versos han recogido y creado el mejor año de mi vida. 365 días, algunos azules, otrós cálidos, bastantes muy dolorosos, pero todos con sabor a ti. Porque es cierto que fue este verano en el que me pasaron las peores cosas de mi vida. Lo que más he sufrido, por lo que más he llorado, son heridas que aún no han cicatrizado del todo. Pero hubo cosas que merecieron la pena. Cuando realmente tienes un problema, descubres quién está ahí para escucharte. Contigo. Y a mí me gusta ver los pequeños detalles de la vida, y ser feliz con ellos. Así que creo que sí, merece la pena decir que Mayo fue el mejor mes de mi vida, que estas vacaciones (penosas casi todo el tiempo) fueron las más felices por el simple hecho de haberte tenido a mi lado sólo cinco minutos... Confío en las personas, y todo lo que ahora mismo extraño tanto, todo lo que echo de menos, es porque lo quiero, y porque me ha echo feliz. Y vale la pena haberlo tenido.

4 de febrero del 2010.
Una chica se siente feliz por primera vez en mucho tiempo por seguir teniendo algo que sabe que nunca le fallará. Por seguir creando algo que le ha unido a través de las palabras, a ti. Porque este último verano se ha sentido crecer, y hacerse más fuerte, y te ha amado.



Gracias a todos los que me habéis leido todo este tiempo... a todos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

PALABRAS EN UN MOTEL AZUL V

Frío. Mi espalda se estrella en el helado espejo interior del armario con un ruído sordo.
Y un calor ardiente en los labios.
No sé por qué hemos acabado entre las sábanas negras del guardarropa en tu habitación azul. Apenas hay espacio para nuestros cuerpos erguidos y sudorosos entre las axfisiantes paredes de madera y el aire enrarecido.
Desde fuera llega la voz amortiguada de tu marido.
- Sofía, ¿dónde estás?
Tú contienes el aliento y me miras con ojos desorbitados. Yo bajo la vista, escrutando tu jersey a rayas medio desabrochado todavía, tus piernas desnudas y tus zapatos rojos de charol.
Fuera, él abre la puerta del baño.
- ¿Sofía?- su voz suena algo ansiosa a estas alturas. Noto que se tensan mis puños, tirando de tu pelo rubio, donde enredaba mis manos cuando entró el cabrón en la habitación.
Toda esta semana interminable, las miradas en el vestíbulo o en la playa, y al fin un arrebato y acabamos jadeando sobre tu cama azul, yo desabrochando con las manos temblorosas el último botón de tu jersey, tú deslizando hacia abajo los últimos centímetros de mi vaquero.
Entonces suenan sus pasos acercándose a la habitación, va a descubrirnos. Yo cierro los ojos y cuando los abro estamos a oscuras entre sábanas y ropa interior. Y él está ahí fuera, buscándote.
El deseo, contenido durante interminables días, parece indomable en estos momentos, sintiéndote tan cerca, habiéndome sentido yo mismo tan próximo a hacértelo ahí mismo, sobre tu cama, cinco minutos antes. Notando tu aliento exciado ahora mismo, a milímetros de mí, y todos tus músculos temblar contra mi piel.
- Sofía- su voz suena muy cerca ahora.
Nos miramos y descubro el pánico incontrolable en tus ojos. Antes de que grites, te atraigo hacia mí y estampo mi mano en tus labios. Tengo que concentrarme para no jadear ahora. Dios mío, lárgate de una vez.
- Sofía, el taxi nos está esperando en la entrada con las maletas guardadas desde hace diez minutos. Tenemos que irnos ya.
Creo que soy yo ahora al que se le enturbia la mirada. No pensé que él hubiera venido a la habitación para llevarte. No pensé que tendría que perderte tan pronto para siempre. Noto un repentino nudo en la garganta y entreveo un destello de culpa y dolor en tus ojo azules. Azul ardiente, azul brillante. Azul descontrolado, frenético. De nuevo siento el deseo que tu mirada, vivo reflejo de la mía. Ya no veo el miedo o la inseguridad en ti, tan sólo el desenfreno. Apenas nos queda un minuto y tú lo sabes.
Es ahora o nunca.
Entonces siento un dolor repentino en la mano y noto cómo me muerdes. Lujuriosa, enloquecida, me muerdes, clavas todo lo hondo que puedes tus dientes en mi piel, y yo te arranco bruscamente mis dedos de tu boca y estampo mis labios allí. Ahora soy yo el que te muerde, frotando demasiado fuerte mi lengua por tu lengua. Siento que te estoy haciendo daño, siento tu gemido de placer brotar por tu garganta e intentar reprimirse en tu boca.
En un último instante, te miro de nuevo a los ojos, dándote la oportunidad de arrepentirte de esto y separarte rápidamente de mí, antes de que me consuma el deseo. Pero es ahora o nunca y tú lo sabes.
Entonces te saco de un movimiento el jersey por la cabeza y se me seca la garganta mientras exploro tu piel con mis manos. Me desplomo deliberadamente sobre ti, y tú abres los muslos. Esta vez no intento reprimir mi placer, y exhalo un profundo jadeo. Tu gemido es el eco del mío, tus labios son mis labios y ni siquiera nos importa cuando se abre bruscamente la puerta del armario, y entra la luz enfermiza de la habitación azul, y alguien que ya no existe para nosotros pronuncia tu nombre horrorizado. Ahora mismo sólo somos tú, yo, el jersey a rayas arrugado, y un último minuto que se consume poco a poco entre el placer.

lunes, 1 de febrero de 2010

PALABRAS EN UN MOTEL AZUL: IV

Tus dedos se mueven fugaces dejando la estela roja de tus uñas en el aire. Has cruzado tus piernas y entreveo tus muslos bajo la mesa, entre los pliegues de tu falda. Joder, qué corta es. Me cuesta tragar el bocado que masticaba y me atraganto. Carraspeo convulsivamente buscando el aire y tú levantas los ojos hacia mí, entre la enorme copa que tapa tu cara y que ahora te llevas a los labios. Me clavas la mirada mientras el hombre que está a mi lado me da palmadas en la espalda, pero no te mueves. Me dan ganas de gritarte.
Entonces siento un golpe en mi pierna derecha, y me atraganto de nuevo cuando veo tu pie descalzo tantearme. Tu zapato desabrochado está tirado en el suelo junto a una servilleta que se ha caído. Lentamente, deslizas tu pie a lo largo de mi pantorrilla, levantando la pernera de mi pantalón negro. Rozas mi piel de gallina con la tuya cosquilleante, primero con suavidad y luego frotándola deliberadamente. Alzo de nuevo mis ojos y me estás mirando fijamente. Cierro los párpados y sigo sintiendo tu calor por mi pierna. Brota un jadeo de mis labios. El hombre que tengo a mi lado, el cabrón de las palmaditas en la espalda, me mira con expresión desaprobante.
Entonces tú alargas la mano precipitadamente hacia mí a través de la mesa del desayuno sin darme tiempo a reaccionar, agarras mi servilleta y la dejas caer al suelo.
-Qué torpe- dices. Tu voz no suena insinuante. Sólo muy dulce. - Mi servilleta también se me ha caído. ¿No vas a cogerla?- juraría haber visto una sonrisa mientras te agachas y desapareces bajo la mesa.
Rápidamente me dejo caer bajo el mantel blanco.
Estás de rodillas. Lentamente, escucho entre mi respiración entrecortada el murmullo de la cremallera de tu falda deslizándose.
-¿Aquí?- jadeo.
Basta con que me mires de nuevo a los ojos.

CUANDO MIS PASOS YA NO TE ALCANCEN

Sigues caminando, y lo seguirás haciendo aún cuando mis pasos ya no te alcancen
tu ritmo tranquilo es demasiado rápido para mí,
eres tan sólo una sombra en el horizonte
y
no sé cuánto tiempo más podré seguirte.

Tu viaje continua,
hay una luz para ti al final de este túnel
y yo me quedaré a mitad de camino.
Perdida. Tanteando desesperadamente las sombras,
el vacío, buscándote, sin nada que me lleve a la otra orilla.

Sin nada para guiarme.
Sin ti.