jueves, 21 de enero de 2010

PALABRAS EN UN MOTEL AZUL III

Nuestra alegría la empañaba la constante sombra del mañana, de la consciencia del inminente e irremediable futuro que nos separaría de nuevo. Me inunda de rabia saber que no aprovechamos los momentos en los que estuvimos juntos por el hecho de recordar continuamente el poco tiempo que nos quedaba, cuando perdiéramos de nuevo esos instantes. Era algo estúpido, y descorazonador. Aunque también fue maravilloso estar con ella a pesar de ese sentimiento que lo teñía todo. Y hubo un momento... en el que nos abandonó. Aquella sensación de alerta ante el futuro. Todo. Estábamos solos. Ella y yo.

Habíamos detenido el tiempo. Bastó mirarnos a los ojos y se esfumó toda la preocupación de su rostro. Me sonrió como solía hacerlo. No pude evitar fijarme en sus piernas, en el murmullo del mar lamiendo sus tobillos. Su piel brillante y bronceada, húmeda. Gotas de agua que reflejaban la luz del sol sobre sus muslos. Sus rodillas. Ella. Ella de nuevo. La había echado de menos tanto ese último año, y esa fugaz semana del verano en la que la veía, más todavía. Teniéndola a mi lado sin tenerla. Pero ahora... éramos de nuevo.

Me acerqué lentamente. Necesitaba sentir su piel bajo la palma de mi mano, y acaricié primero su rodilla derecha, inclinándome levemente, poco a poco. Mirándola a los ojos.

1 comentario:

alemii dijo...

Uuuuyy!esto se está poniendo...cual es la palabra...CALIENTE!!